
El invitado de honor era un maestro budista que estaba allí para predecirles su futuro. El maestro miró a su alrededor y después miró a los ojos a cada uno de los más de diez asistentes, según contó uno de los presentes, que aceptó hablar bajo condición de anonimato, ya que se supone que, como funcionarios del Partido Comunista Chino (PCCh), no deben creer en "supersticiones".

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